viernes, 14 de diciembre de 2012







Con diamantes en el cielo


Esa tarde al salir de la galería dónde había una exposición de fotografía surrealista, caminamos más de lo normal. Llevábamos horas hablando de esas pinturas algo extrañas que casi pudieran ser reales. Del pintor que plasma las cosas que nos rodean y va más allá de lo que ha simple vista no logramos ver. Llegamos al parquecito, ese que era nuestro centro. De donde partíamos cada quién hacia calles distintas.


     Nos tumbamos en el pasto, aun recuerdo su mirada. Tipo la del Ché en aquella fotografía, que se volvió tan famosa, como mirando hacia el infinito. Me dijo que en cielo había diamantes y Lo dijo tan afirmativamente que abrí mis ojos más de lo normal pero lo único que distinguí fueron estrellas, puntos diminutos en esa masa inmensa de chocolate amargo. Luego me contó una historia: que una noche igualita a esa había montado a caballo estando allá arriba…


-Primero, tienes que aprender un lenguaje que solo tú y el caballo entiendan. Tienes que hablarle de una manera tan especial hasta que logres subir a su tronco. Ya estando arriba debes de ser cauteloso, usar tu fuerza con delicadeza manteniendo un meneo muy sutil hasta llegar a sentir que tú y el caballo son un solo cuerpo.

Después, notaras que algo se interrumpe. Como si fueras parte de  una máquina y te acabarán de desenchufar. Sentirás que has logrado desconectar tu alma, tu espíritu. Es ahí, en ese preciso instante cuando los veras cayendo, de uno por uno…


Esa noche recuerdo haberme posado ante sus ojos con mi piel impregnada a pasto fresco. Desde entonces jamás he subido tan alto hasta ver diamantes en el cielo.


Eurydice Calliope







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