jueves, 29 de noviembre de 2012




Fūrin


Te miré aquella mañana
parada frente al jazmín
con tus largas piernas blancas
y tu aire sofisticado de Chanel,
¡Mujer arrogante!
Abarcaste todo…
no existía compañía mejor
que tus hombros desnudos
en pleno atardecer,
que tus ojos grandes
mi islario de mujer.

Días de lluvia,
guitarras decembrinas,
auroras nacientes,
haciamos del café
el mejor afrodisiaco,
verte sin sostén
tu mejor retrato.

En ese momento
todo lo entendí:
el amor, la pasión, el sexo…

Ya no era más aquel ser vulnerable e inocente.

Sólo una cosa:
Jamás conocí soledad tan temible.

Eurydice Calliope

miércoles, 21 de noviembre de 2012




LAS METAMORFOSIS 

I

Abrid la boca
y te ahogarás en tu propia saliva,
cerrad los párpados
y te cegarás entre tus lágrimas,
dejad correr al cordero
que muy pronto el pasto
se cubrirá de peces.

Ya no había rastros de tierra
ni ser vivo en planicie
porque el padre omnipotente
hizo un llamado a los más temidos mares
y les permitió poseer todo espacio
donde estirarse pudieran.

Ahora nada la víbora entre las liebres
y el hombre mortal pide misericordia.



II

Yo, Helios, padre de Faetón
iluminé arduamente
y arropé a cada criatura
sin cansancio ni recompensa,
como encender cada vela
y cerrar los ojos a las tinieblas.

Ahora tú,
arquitecto divino,
Me juegas tregua
Apagando cada órgano de mis entrañas.
¡Te suplico por la vida de mi hijo!
o la luz que pende de mi aureola
caerá como un pesado párpado
sobre la faz de la tierra.
Se cerrará el telón como la noche
cubriendo al mundo en sombras
y rogarán a los Dioses.


Sólo entonces verán a este padre
que tanto le fue negado.


Eurydice Calliope

lunes, 19 de noviembre de 2012




Tregua

Saco las llaves del bolsillo y entro en la habitación. Me siento cansado, todo me parece indiferente. El sentido de asombro ha desaparecido por completo. Me recuesto en el sofá y en un parpadeo recordé el primer día que la vi.

Llegó radiante, iluminaba de lunares la oficina. Con su presencia hasta el sonar de teclas y el bullicio de las secretarias me era placentero, escuchar a lo lejos los gritos de mi jefe era como estar en una obra de teatro y en primera fila. Por primera vez me había tomado las cosas como vinieran. Nada podía perturbarme pues aquellos lunares parecían ser la pieza del rompecabezas que había extraviado.

Dos semanas después sus lunares y yo éramos uno mismo. A  pesar de ser un empleado cualquiera, que vive solo a las afueras de la ciudad, que detesta los eventos, las apariencias. Pero sobre todo satisfacer a los demás… esos lunares, de entre todos,  me habían escogido a mi, habían llegado a mi vida para completar mi círculo. Y así fue:

Aquel día buscando mi bolígrafo en la bolsa de la camisa encontré una nota: Motel Los Suicidas. Habitación 209. Salida a la autopista. 10 P.M. PUNTUAL

Esa noche me vestí de traje. Llegue al lugar y al subir a la habitación note que la puerta estaba abierta… Casi me paralizo al verla ahí dentro, sentada junto a un escritorio antiguo. Cruzó la entrepierna y de inmediato encendió un cigarrillo. Después sólo recuerdo que me abalance hacia ella y la tome desenfrenadamente.

Fue un lunes y parecía domingo. Ella dormida en mi cama, destendida, cual pintura al óleo: amarillita, rosada, ¡blanca!
Desperté y ella se iba despidiendo con las correas de sus zapatos colgando de los dedos... y sus lunares dejando poco a poco aquella habitación sin luz.

     Cuando ella cruzó la puerta yo había perdido completamente la cabeza. 

Eurydice Calliope